Debido a la creciente popularidad del Estero Salado, se construyeron “Los Baños del Salado”, un sitio de recreación que paulatinamente se tornó en un gran hito para la ciudad. Hacia el último cuarto del siglo xix, en el Camino de la Trocha circulaban ya carros o vagones halados por mulas, que trasladaban a los habitantes desde y hacia la ciudad. El ambiente en Los Baños era festivo, había música, comida, juegos y deporte (Delgado Cepeda, 2007) (fig. 3). El complejo contaba con un puente de madera de 104 metros de largo (que alcanzaba a la orilla oeste) desde el que los bañistas realizaban clavadas y piruetas hacia el estero (Estrada Ycaza, 1995b). Guayaquil se vio beneficiado por un nuevo auge económico conocido como el “Segundo Boom Cacaotero” que le permitirá desarrollar proyectos de índole pública. La población continuó su crecimiento por lo que el Cabildo realizó rellenos de zonas urbanas inundables, en sectores que el río penetraba, y ello a costa de la explotación de canteras aledañas del Cerro El Carmen, límite norte de la ciudad. De igual manera, poco a poco la ciudad se expandió hacia el oeste, aproximándose a la zona de El Salitral y de manglar que bordeaba el Estero Salado. Con todo este crecimiento poblacional Guayaquil, para 1890 ya superó en población a Quito, la capital del país, alcanzando 45.000 habitantes (Hamerly, 2006).